Aquí comienza el diario de este viaje. Específicamente al municipio más famoso de el norte de la India: Rajastán.
Con turistas por donde mires, lo bueno de el norte de la India es que eso vuelve más sencillo todo. Está más “preparado para el turismo” como quien dice y siempre encontraras donde refugiarte cuando este maravilloso subcontinente te parezca demasiado.
Había decidido que el inicio del viaje a el norte de la India iba a ser tranquilo y de a poco. Paso a paso como decimos por acá. Es buena idea intentar digerir tanta información con calma.
La primera actividad, directo desde el aeropuerto, fue ir en el metro a la estación de trenes de Nueva Delhi y comprar nuestros tickets para el resto del viaje.
El tema trenes en india es muy especial, tanto que merece un post aparte y lo dejo en este link para que eviten algunos dolores de cabeza que tuve yo.
La verdad es que nos tomó bastante tiempo comprar los boletos porque había tres grupos antes con muchas dudas y nosotros necesitábamos comprar siete trenes.
Días después iba a descubrir que sacar los tickets en la estación como un Indio cualquiera es tan complicado que aquella hora y media fue una muy buena inversión.
El mejor viaje en tuk tuk de mi vida fue hasta el hotel y costo 1 USD. Se sintió como la primera vez que subí a una montaña rusa.
Después de descansar un buen rato decidimos ir al Qutab Minar. Esta vez, nos movimos en uber porque si bien queríamos aprovechar un poco el día, el viaje desde Sudamérica a India es muy largo y el jet lag de verdad se siente.
El complejo donde está ubicado el Qutab Minar no es grande. Se recorre en una hora, pero nosotros aprovechamos a descansar mientras leíamos datos sobre el minarete, que es Patrimonio de la Humanidad y una verdadera joya del arte islámico. Ir por la tarde da la posibilidad de hacer unas fotos preciosas cuando el sol va entrando por las columnas talladas del patio exterior.
Esa noche cenamos en nuestro hotel, el Aromatic center que nos costó 17USD por una habitación privada y agua muy caliente. Lo super recomiendo. Hacen comidas por 2 USD aproximadamente y son una excelente opción para disfrutar en la terraza.
Siempre que voy a hacer un viaje pienso, que esta vez va a ser más pausado. Jamás me sale bien, es que cuando llego me doy cuenta de que quiero ver absolutamente todo! Un día aprenderé…
Nos levantamos muy temprano para tomar el tren de las 6AM a Jaipur y no pasó nada lo que me habían dicho. Ni las ratas, ni la gente cagando en la calle…y tampoco se atrasó el tren. Pregunte varias veces si era ese el que nos teníamos que tomar porque no podía creer q llegara 20 minutos antes!
El tren a Jaipur fue cómodo, íbamos en la clase de sillas con aire acondicionado, que no fue necesario porque en Delhi hacia 11 grados y yo extrañaba un poco mi campera. En estos vagones, sirven un desayuno y otra comida que no entendí si era almuerzo pero parecía. Es que eran las 9AM y yo estaba descubriendo que los horarios en India son algo diferentes a los de occidente.
Desde la estación de trenes de Jaipur, caminamos unas 15 cuadras hasta la parada de buses de Sindhi Camp donde compramos un ticket de bus directo a Pushkar por el módico valor de 1.5 USD para mujer y 2USD para hombre. Si, en India es muy habitual encontrar estos “descuentos” por ser mujer.
Para llegar desde ahí hasta nuestro alojamiento caminando pasamos por lugares muy poco turísticos y, si bien no tuvimos ninguna mala experiencia, en ese camino sí puedo decir que me sentí un poco sapo de otro pozo.
Los dueños de Doongri Haveli, nuestro alojamiento en Jaipur fueron una dulzura total. Todos los días prepararon nuestro desayuno casero y lo comieron con nosotros en su propio living. Siempre estuvieron sonriendo y nos ofrecieron una habitación muy limpia con agua que quemaba y a doce cuadras del Palacio.
La primera visita de la ciudad fue el Hawa Mahal. El antiguo palacio de las mujeres de la corte del Majara de Jaipur no puede pasar disimulado en el centro de la ciudad. Su fachada de frente es austera, en cambio su famosísima parte trasera, con sus más de cien ventanas es imagen de Jaipur en todo el mundo.
La historia de las pequeñas ventanitas con vistas a los bazares de Jaipur dice que se hicieron para que las cortesanas pasaran las tardes mirando la vida de las calles sin que nadie las pudiera ver a ellas. Es el tipo de cosas que hay que ver sin juzgar, pensando en que ese pasado nos enseñe hacia el futuro.
El edificio por dentro es muy lindo. Lleno de recovecos y vitraux encantadores. Es super fotogénico y dan fe de eso los miles de indios que pasan horas buscando la toma perfecta (fanáticos de las fotos tipo Instagram!).
Pasamos unas dos horas en el palacio porque vale la pena recorrerlo con calma.
Desde ahí, caminamos una cuadras para llegar al Palacio de la ciudad de Jaipur que, a comparación con el Hawa Mahal, es bastante grande pero igualmente precioso. Parece que los reyes se encontraban en la ciudad ya que sus banderas estaban izadas en el palacio. Que curioso esto de las monarquías.
El atardecer perfecto lo tuvimos en la terraza más alta del Tatoo Café, con vistas al Hawa Mahal.
Cuando la tarde va cayendo, el edificio cambia de un rosa pálido a color salmón oscuro y el cielo de celeste a anaranjado. La magia de india parece que se enciende ahí.
Nos quedamos varias horas en ese bar haciendo nada más que mirar el entorno y escuchar las bocinas a lo lejos, encontraras cuando viajes a por el norte de la India un gran alivio en subir a este tipo de terrazas y comprobar que tres pisos arriba el sonido disimula bastante.
Como nunca es suficiente, esa noche no quisimos terminarla ahí y fuimos a las 9:30PM a la última función de cine del día. Aunque claro que no entendimos nada de lo que se hablaba, la experiencia en sí es un diez! En la sala, la gente grita, aplaude y vive las escenas con toda intensidad.
Lógicamente tenes que esperar muchas cambios de ritmo dentro de la misma película, pasar de plena acción, a un pequeño musical, mucho romance y toda la magia de Bollywood. Ame la experiencia.
Nos fuimos en el intervalo porque estábamos muy cansados pero me quede con la ganas de saber como terminaba y de comer pochoclos (pororo, palomitas, popcorn) y es que en India los venden pero salados y eso, para mi, es una locura. El pochoclo es dulce, perdón.
En nuestro segundo día en Jaipur, tomamos un tuk tuk (mis preferidos) a la Fortaleza de Amber.
Para ingresar hay un camino de unos 15 min a pie asediado por vendedores de todo! Lamentablemente también hay elefantes que algunos contratan para subir, innecesario y más aun existiendo una opción de autitos eléctricos que por supuesto nadie utiliza porque eso daría menos Likes.
La fortaleza es enorme. Recorrerla nos tomó al menos 3 horas. Eso si, no dejamos pasillo sin caminar.
Es un lugar que, además de super fotogénico, es silencioso y calmo. Repito, si vas a viajar por el norte de la India, terminaras valorando mucho esto.
Dentro de la residencia del Maharajá de Jaipur, sus esposas, hijos e hijas, lo más llamativo es el salón de invierno, famoso por los millones de espejitos adornan las paredes, cumpliendo una doble función de iluminación y calefacción.
Saliendo del fuerte, caminamos unas ocho cuadras hacia abajo por el pueblo para llegar a uno de los pozos de agua más conocidos de la zona: el Panna Meena ka Kund. Una exagerada cifra de cuatro guardias no nos permitió pisar ni un solo escalón pero la visita igualmente vale la pena. El templo a sus espaldas, le da el entorno perfecto.
La tercera y última visita del día fue al Galta Ji, más conocido como Templo de los monos.
No dimos ni dos pasos desde el ingreso para que entendamos el porqué de su nombre. No se qué cantidad de monos viven ahí pero si me dicen que son miles, les creo.
El templo de los monos es uno de los lugares de mi viaje a el norte de la India que siento que nunca olvidaré.
Un único camino de apenas un par de kilómetros te va guiando a distintos templos donde pudimos ver y disfrutar de ceremonias hinduistas casi privadas. El lugar más bello está a unos 700 metros de la puerta donde una piscina sagrada nos separa de la entrada a su templo, inaccesible, corroído por el tiempo y el agua, remoto, mágico. Cuando llegamos, había tres mujeres preparando una ceremonia con pétalos y una ofrenda en hojas de árbol. Un sacerdote diciendo unas palabras. Era todo tan natural.
El misticismo que recorre el lugar es especial. Después de ver los templos nos quedamos alrededor de una hora y media observando a los monos antes de volver a la locura del Bapu Bazar.
Siento que si vas a el norte de la India, y no te perdes por los bazares, no vale la pena semejante viaje. Disfrutar de los colores y la cultura del regateo son parte de esta experiencia multisensorial.
La última cena en Jaipur fue en uno de los balcones del Front View Café, para disfrutar una noche mas del Hawa Mahal en primer plano.
Salimos de la estación de Sindhi Camp a las 9AM en un bus que no parecía estar preparado para grandes distancias. Te venden los tickes numerados pero también viaja gente parada porque, como todo en India, está superpoblado.
El bus hace un pequeño trasbordo en Ajmet para luego llegar a Pushkar, un pueblo que si bien tiene los colores y ruidos de India, se ve mucho más limpio y también absolutamente turístico. Tiene ambiente de pueblo balneario o algo así, lleno de mochileros y barcitos donde te ofrecen cerveza a “escondidas”.
Hicimos larguísimas caminatas por el mercado y visitamos el Templo de Brahma. La verdad es que no me deslumbró pero como nunca habíamos entrado a un templo hinduista, fue bueno aprovechar la ocasión.
Me llama mucho la atención que en la mayoría de los templos de India, debas dejar todas tus pertenencias afuera.
Por supuesto que dedicamos la tarde a recorrer los Ghat. Se supone que Pushkar es una ciudad sagrada para el hinduismo pero la verdad es que a mi más bien me estaba pareciendo una gran feria y solo eso. No encontré mucha espiritualidad en el lugar.
Sin embargo, en este tipo de lugares sagrados, te pedirán que estés descalzo así que te recomiendo tener una mochila para llevar los zaparos con vos y no perderlos mientras recorres el lago.
También había leído mucho sobre un supuesto timo que se hace con las flores o gente local intentando sacar dinero por cualquier cosa, pero no me sucedió a mí.
Lo que sí nos diré es que, aunque preguntamos varias veces sobre el horarios de los Aarti (ceremonias religiosas realizadas en el rio), no pudimos dar con ninguna. A las 7PM cuando nos indicaron, estábamos esperando en los Ghats pero no encontramos a nadie. Luego alguien me dijo que se hacían antes del atardecer, así que nunca sabré si nos lo perdimos o que pasó.
Si buscas una ciudad sagrada y alguna conexión espiritual, no me convence que sea Pushkar el lugar, pero si te interesan los artículos de bazar a precios realmente bajos, te aseguro que este es el lugar. Algunas gangas se fueron a casa conmigo.
Salir de Pushkar fue un esfuerzo ridículo. Hay un solo bus que sale desde la ciudad a nuestro siguiente destino, pero el horario no nos convencía porque perdíamos bastantes horas del día, así que decidimos ir en otro bus que sale desde Ajmer (a 15km de Pushkar) a nuestra siguiente ciudad.
El dueño de nuestro hotel, Vidhya Haveli, amablemente nos ayudó a comprar el bus porque, como siempre, se necesitaba una tarjeta de crédito emitida por un banco Indio. El tipo de bus que conseguimos decía “coche cama” que, para mí, siempre significo un asiento cómodo que se reclina casi 180 grados. Bueno en el norte de la India es un poco distinto.
Viajamos todo el trayecto totalmente acostados en una cama matrimonial. El bus es simplemente un complejo de camas literas, en dos niveles y separadas por cortinas.
No voy a negar que tuve mucha desconfianza y al principio solo podía pensar en las millones de medidas de seguridad que faltaban en ese bus, pero cuando me quede dormida el viaje se me termino pasando rapidísimo.
Llegamos a Jodhpur y primera sensación es que la ciudad te abruma. A esta altura del viaje, estábamos ya en dos sintonías distintas. El tano se sentía totalmente sobrepasado por la estimulación de los sentidos que representa estar en India, mientras que yo no dejaba de sentirme cada vez más curiosa y a gusto.
Este tipo de viajes también nos pone en evidencia que cosas toleramos con más facilidad. La verdad, no lo culpo, acostumbrarse a India es todo un desafío y hay situaciones que te ponen a prueba constantemente.
Un vez que te vas, el recuerdo te ayuda a resaltar solo lo mejor del viaje, pero no vamos a negar que tiene muchas incomodidades. Los olores, los sabores, y sobre todo los ruidos, son difíciles de describir pero te ponen a prueba a cada instante.
Nuestra primera visita en la ciudad, fue al el mausoleo Jaswant Thada, apodado “baby Taj Mahal”. Lo recorrimos por una hora donde pudimos ver hermosas panorámicas de la ciudad y disfrutar del silencio.
Ya a esta altura del viaje, una de las cosas que mas me sorprendía es el contraste entre los ruidos de la calle y la paz dentro de los sitios turísticos. Junto con las terrazas, se volvieron un remanso para la cabeza.
Por la tarde fuimos al Toorji Ka Jhalra Bavdi un antiguo pozo de agua en el que adolescentes de la ciudad se juntan al atardecer a hacer clavados desde su pared mas alta. Un espectáculo gratuito que por lo visto es bastante conocido porque se fue llenando de gente de a poco.
El segundo día en la ciudad celeste de el norte de la India, lo arrancamos con mucha calma y decidimos ir caminando a la fortaleza Mehrangarh. Estábamos a menos de diez cuadras pero perdí la cuenta de la cantidad de paradas que hicimos para tomar fotos y de los namasté que dijimos a vecinos que, aun sin que les preguntemos, nos iban guiando por el camino.
En comparación con el fuerte de Amber, este está mucho mejor organizado. Me pareció encantador.
Una vez terminado el recorrido interior, se puede caminar por el borde de las murallas y rodeando el fuerte, desde donde tuvimos las mejores vistas de la ciudad azul que se pueden encontrar en el norte de la India.
Según dicen, el color de esta pintoresca ciudad tiene la intención de hacerla fresca y ahuyentar los mosquitos. No daría fe de lo segundo, pero caminando entre los paredones turquesa la temperatura se siente más baja!
Nos perdimos un buen rato entre los callejones buscando una tienda de dulces que el dueño del hotel nos había recomendado pero no tuvimos suerte. Lo que si nos encontramos fue el timo de un niño que, con la excusa de llevarnos a la tienda, nos terminó dirigiendo a la puerta de su casa y pidiendo una propina. En India hay que andar con todas las luces!
Esa noche cenamos en Panorama 360, un restaurant precioso con vistas al fuerte donde todo estaba buenísimo aunque, como siempre, picante para mi gusto.
Llegamos a Jaisalmer, la última ciudad India antes de Pakistán, en un tren nocturno, casi de casualidad.
La noche anterior, salíamos de la estación de Jodhpur. El tren, aunque llego puntual, venia con un número que no era el indicado en el boleto y preguntamos varias veces sin suerte. Nos terminamos subiendo a un tren (que creíamos que era el nuestro) y solo coincidíamos con el número de vagón.
Después de todo, habíamos tenido la suerte de pasar de la lista de espera al selecto grupo con cama fija. Estábamos de racha.
Era nuestro primer tren nocturno en el norte de la India y habiendo leído tanta información, no sabíamos que esperar. La verdad, viajamos genial.
Cuando las luces se apagaron, no tardé mas de un minuto en dormirme.
Ya en Jaisalmer, la gente del hotel Gaji nos esperaba en la estación. Eran las 6AM cuando nos ofrecieron darnos una habitación gratis hasta las 9AM. Fue un gran momento.
Nosotros no nos íbamos a hospedar en el hotel, pero habíamos reservado su tour para conocer el desierto de Thar, así que después de una merecida siesta mañanera, pasamos algunas horas recorriendo el exterior de la muralla de Jaisalmer.
Aprovechamos para conocer el bazar y entrar a una de las Havelis de la ciudad. Las Havelis son mansiones antiguas tradicionales de la zona y en Jaisalmer hay varias que se pueden visitar por muy buen precio.
A las 2PM nos esperaba el Jeep en Gaji hotel para llevarnos al desierto. Una hora duró el viaje hasta las dunas de Sam Sand donde íbamos a pasar la noche. Desde mi primera vez en Wadi Rum, que ilusión me hacen los desiertos!
Después de un café de bienvenida, inicia un tour en camello hasta un Sunset Point. Hasta aquí todo muy bien, pero yo había elegido ese campamento porque, tras averiguar por email desde mi casa, me habían confirmado que el tour se podía hacer en jeep. Esto es un punto importante para mi. Resulto que cuando llegamos ahí, esa opción no estaba disponible. Después de cruzar varias opiniones con el encargado del campamento donde él insistía en que mi idea de ir caminando al sunset point era una locura por la distancia y no sé que excusas mas, terminé accediendo a montar el camello. Me arrepiento.
Una vez que llegamos al final del recorrido, entendí que era perfectamente factible ir caminando pero que lo que se esperaba era que dejara una propina al hombre que nos guio con los camellos.
Luego de ver un atardecer maravilloso, digno de un desierto, volvimos al campamento. Esta vez caminando, en compañía de los camellos.
A la noche, hay un show folklórico alrededor de un fogón donde reparten primero unos snacks para disfrutar el espectáculo que termina en que todos salimos a las pistas con las bailarinas. Fue un gran momento de viaje, tenía a mi lado bailando a una niña canadiense de 3 años, unos matrimonios chinos, y muchos locales dejando todo en la pista.
El amanecer ocurrió antes de lo esperado así que salí a ver los últimos rayos de cielo rosado frente a mi carpa y aproveché para escribir estos relatos.
El desierto en el norte de la India es diferente a otros en los que haya estado. En una superficie de suelo arenoso con algunas plantitas bajas (que me recuerdan a La Rioja en Argentina) se alzan unas prolijisimas dunas. Lisas, imponentes, cortan el paisaje a lo lejos. Desde la mayoría de los campamentos no se ven (por eso ofrecen el tour del atardecer) pero este campamento estaba bastante bien ubicado, sin basura alrededor y muy cerca de las dunas.
Mirando el alba, pienso que el silencio parece ser un privilegio que el Indio no se sabe dar. Sentada en el desierto, el bullicio no para y me cuesta creer que sean el país padre de la meditación y el yoga. Y aunque soy la clase de persona que disfruta sentada en una ciudad, escuchandola latir mientras la gente pasa, creo que hay situaciones que ameritan apagar los ruidos.
En India el silencio será el bien más preciado y te costará encontrarlo.
El tour termina luego del desayuno con un transporte al fuerte que nos dejó en la puerta principal de la ciudad dorada de el norte de la India.
Jaisalmer es uno de los fuertes más antiguos del mundo y de los pocos que aun continua habitados.
Dentro de las paredes de la ciudad amurallada se respira una tranquilidad insólita. Hasta los vendedores son algo mas relajados. Hay momentos de silencio, calles vacías, menos vacas y se siente la frescura que le da el hecho de tener sombra casi siempre.
Pasamos el día caminando sus callejoncitos. En una tarde podes darle vuelta varias veces al fuerte. Todos los restaurants tienen terraza y también hay un improvisado Sunset Point sobre una parte de la muralla que está caída.
Recorrimos los Templos Janistas. Son muy bonitos y vale la pena leer un poco para conocer de esta religión que tiene alrededor de 5 millones de seguidores. Adentro encontramos sacerdotes dispuestos a sacarnos algunas fotos pero, siempre a cambio de alguna limosna claro.
En algún momento de la tarde entramos al Palacio del fuerte pero comparado con los de Jaipur y Jodhpur es mucho más chico y no me causó gran impresión.
El resto del día, paso lentamente. Jaisalmer es una ciudad como en slow motion si se la compara con las otras en el norte de la India.
A última hora de la tarde conocí a una mujer que pertenece a la Asociación de mujeres de Jaisalmer. Su objetivo es ayudar a la liberación femenina en este lugar remoto de el norte de la India. Charlamos un buen rato con ella y le compré un perfumero antiguo que es típico de la zona.
Hablamos sobre la situación laboral de las mujeres en algunas partes de la India, quienes no tienen permitido trabajar fuera de la casa.
Su asociación privada incluye a mujeres de diversas castas y religiones que luchan por el bien común, empezando por el derecho a trabajar.
Ella misma atiende su puesto de artesanías, lo cual es una rareza en India.
Me llamó la atención también que conociera el slogan Argentino de la campaña contra la violencia machista: “ni una menos”, y debe ser porque a veces viajando parece como si uno estuviera conociendo nuevas culturas y podemos olvidarnos que ellos también nos están conociendo a nosotros.
Había visto la artesanía que me llevé de su tienda hacía días y nunca me decidí a comprarlo, puede ser que ese me estuviera esperando en aquel pasillo de la muralla donde no había pasado antes.
Tengo mi perfumero acá al lado mientras escribo esto, me gusta pensar que sirvió para dar una mínima ayuda, que si estas leyendo esto y sos mujer sabrás que en lugares más remotos y hostiles para nosotras, una mujer fuerte como vos y como yo está empezando a cambiar las cosas.
Nos hospedamos en el hotel Suraj, que nos costó 35USD con desayuno, lo que no es nada barato en India pero quisimos darnos el gusto de dormir dentro de las murallas en una antigua Haveli.
Nuestra habitación tenía un balcón hermoso desde el que veíamos las cúpulas de los templos Jainistas y tomamos un desayuno de lujo. Pero debo decir que por el valor, la limpieza podría haber sido mejor. El baño no estaba en las mejores condiciones y salía algo de olor en las cañerías (pero eso parece normal en la zona).
El punto positivo fue lo icónico de poder dormir en un lugar tan auténtico y, en ese sentido, la experiencia me gustó. El amanecer desde la terraza, con las vistas de una ciudad dorada que 7AM permanecía totalmente silenciosa, valió la pena por haber tenido que pegarle una limpieza al baño.
Alrededor del mediodía salía nuestro vuelo a Bombay y cometimos el error de ir dos horas antes al minúsculo aeropuerto militar desde el que solo vuela una línea low cost para pasajeros civiles y donde un café cuesta unos ridículos 3 USD. Me alegró que el avión haya salido puntual.
Jaisalmer es un lugar que enamora, y mucho.
Su paisaje es diferente a todo lo que haya visto antes, no solo en el norte de la India, sino en cualquier otro lado. Su cultura autóctona, su ambiente tan único y la amabilidad de su gente, son detalles que no olvidare. Me llevo algo de Jaisalmer en el corazón.
2 Comments
[…] La capital financiera de la India te recibe con un sopapo de gente que va y viene para todos lados a una velocidad muy distinta que la del norte del país. […]
[…] El sur de india es un mundo totalmente diferente al norte del país. […]