Si India es la universidad de cualquier viajero o viajera, el sur de India directamente es como un postgrado. Nosotros no llegamos al sur como paracaidistas, sino que ya veníamos recorriendo el país y, sin embargo, el shock fue enorme.
Una India autentica, menos entregada al turismo de masas te espera aquí con nuevas vestimentas, comidas y hasta lenguajes.
Todo en el sur de India se vuelve más desafiante. Si hay un lugar les país donde podrás poner a prueba tus límites, es acá.
El día anterior, a fuerza de corridas y enojos, aprendí que cuando el tiempo corre lo mejor es prenderse a su ritmo y no intentar cambiarlo.
Pasé horas con la desesperante sensación de desear volver el tiempo para atrás, cuando una mala decisión me llevó a perder mi tren en Allaphuza. Como de super heroína no tengo nada, lógicamente no pude.
Así que cuando llegamos a Madurai en plena noche, nuestro hotel estaba cerrado, en la calle no había nadie, y solo dependíamos de la bondad del taxista para no dejarnos solos en el lugar que mas miedo me hizo sentir del viaje, pensé que nada podía estar peor. El único consuelo fue irse a dormir.
Amanecimos sin despertador en un hotel de la ciudad de Madurai que, cuando lo ví en pleno día, tampoco me gusto nada y decidimos ir a conocer lo que más ilusión me hacia del sur de India, los famosos templos hinduistas.
El Sur de India es famoso principalmente por sus templos. En la provincia de Tamil Nadu encontrarás los mas grandes templos del hinduismo.
Si visitaste otros templos en India, sabrás que la mayoría son bastante austeros, pero en Madurai, el Templo de Meenakshi Amman no pasa para nada desapercibido.
Dedicado a la diosa Meenakshi, es uno de los pocos templos hechos en honor a una deidad femenina.
El gran complejo esta amurallado y sus entradas son cuatro pilares completamente decorados con figuras representativas del hinduismo que apuntan a los puntos cardinales. Esos pilares se denominan gopurams y están presentes en muchos templos hinduistas. En el centro del complejo, un enorme estanque con flor de loto dorada en medio recibe día a día a miles de peregrinos.
Por suerte, nuestro hotel estaba cerca del templo, lo cual es muy bueno ya que no se puede entrar con absolutamente nada. Apenas una botella de agua en la mano.
Por supuesto, se entra descalzo (así que es buena idea llevar un par de medias extra, ya que no niego haber visto varias ratas caminando entre humanos) y deberás dejar tus zapatos en una taquilla donde te cobran unas rupias.
También deberás pagar 2 rupias por mochila y 5 rupias por cada celular que debas dejar en los locker.
Si pensas que el celular en el bolsillo no lo ve nadie, error. Para entrar, hay que atravesar un detector de metales y una revisación de un guardia de seguridad.
Como todos los templos hinduistas tiene un horario de apertura cortado. Es decir que abren hasta el mediodía, y luego de las 15hs. Nosotros fuimos por la tarde.
Ya dentro del complejo, encontrarás un museo muy maltrecho en el que cobran 1 USD por persona. Nosotros entramos pero la verdad no vale la pena en absoluto.
Lo que sí vale la pena es sentarse dentro del mismo complejo a disfrutar del fresco de su sombra y contemplar con detenimiento el increíble trabajo artístico de cualquiera de sus cuatro torres.
Sentí que habían pasado horas mientras miraba las figuras de la mitología hindú plasmadas en las torres, en las paredes.
Pasan ya más de 15 días en India y todavía me sorprende mucho el silencio y la paz que se vive dentro de los sitios sagrados.
La sensación es que alguien apretó el botón de pausa. La calle, agobiante como puede ser India en general, en el sur de la India, tiene un plus. Todo está en construcción. Al menos durante mi visita, veredas levantadas, calles asfaltándose y otros misterios, ocasionan una nube de polvo permanente que empaña el horizonte.
Puede ser muy agobiante.
El templo era otra cosa. El silencio. El respeto. Sentir el suelo con los pies. Observar.
Llegando al centro del complejo, una galería repleta de columnas adornadas bordea el lago artificial. El agua es una parte fundamental de los rituales hinduistas.
La flor de loto en medio y los creyentes caminan repitiendo algunos rezos entre las columnas.
No soy religiosa. Creo que nunca lo fui, pero ver a la gente entregada a su fe siempre me llama la atención. Esa poderosa sensación de sentir que alguien misterioso y omnipotente te ayudará. Eso debe ser aliviador.
Pasamos dentro del templo unas dos horas y el testo de nuestra tarde en Madurai fue dedicado a los mercados.
Los precios son muy económicos, pero para mi gusto las artesanías no llamaban demasiado la atención y la indumentaria tampoco.
Pero, para el que tenga intención de comprar elementos de oro o plata este es el lugar. Las joyerías desentonan con el paisaje. Son muchísimas y la mayoría cuenta con dos o más pisos de altura. Son como mini shoppings y el mercado más concurrido por los pudientes de la zona.
Nosotros, con las manos vacías, decidimos terminar la tarde en el restaurante Surya.
Ubicado en la terraza del hotel Supreme y apocas cuadras del templo tiene las vistas ideales que aliviaran todo el bullicio de la calle.
Fue la mejor forma de terminar la tarde: la comida no era picante, nos pudimos tomar una cervecita y de frente, el atardecer se iba llevando las cuatro torres del templo lentamente.
El sur de india es un mundo totalmente diferente al norte del país.
Si no fuera por los saris de las mujeres, cualquiera se podría imaginar que estas en otro lugar. La ropa de los hombres sí cambia. Aquí los hombres llevan una especie de falda llamada Lungui, típicamente con estampado cuadrille. En el Norte, aunque hay muchas vestimentas tradicionales, la mayoría de los hombres visten pantalón escuro y alguna camisa.
En cambio, el sur de India, hay menos tránsito, la gente es más tranquila y se nota un aire mas como de pueblo en la velocidad en que todo sucede.
Madurai es una ciudad que parece en construcción. En sus calles, escombros y grúas. Menos turismo, otros ritmos pero aquí no terminaba el paseo por el sur de india.
Nos levantamos temprano para ir a la estación de buses de Madurai y tomar cualquiera que salga a Thanjavur directo y así evitar el calor del mediodía. El ticket costó 2 USD por persona y en 3 1/2 horas llegamos a Tanjore (como le llaman a esta ciudad la mayoría de los indios).
Eso es otra cosa genial en India, casi todos los lugares tienen dos formas de llamarlos.
En Tanjore nos encontramos con el peor hotel del viaje. Estaba sucio. La cama sin sabanas, llena de hormigas.
Pensando opciones para salir de ahí, encontré en la página web de los trenes de India un ticket que salía esa misma noche a Chennai (nuestro siguiente destino).
El ticket era uno de la cuota taktal, es decir, un billete de ultimo momento. Por supuesto, que es más caro que comprar el ticket general pero yo sabía que ese mismo tren estaba completo desde hacía 15 días cuando intente comprarlo en Nueva Delhi.
La alternativa, era la peripecia de tomar un micro de siete horas a Chennai. Luego de un tiempo en India ya sabíamos que siete horas pueden tender a infinito. La otra contra de los buses es que muchos no salen de las terminales, sino de paradas que solo conoce la gente local y ya eran varias las veces en que nos encomendamos a un taxista para que nos coloque en el sitio adecuado de partida.
Conclusión, decidimos pagar más por nuestro billete taktal, pero viajar seguros y tranquilos.
después de un tiempo en India, aprendí que a veces gastar un poco más o anticiparte en una decisión puede hacer una gran diferencia.
Como las tarjetas de crédito extranjeras no son aceptadas en la página de trenes oficial, tuvimos que ir a la estación a buscarlo.
Comentario aparte merece la experiencia de intentar comprar un ticket en la ventanilla. Ningún indio conoce del termino permiso ni perdón así que en una situación tipo la ley de la selva, hay que hacer lo posible por completar un papel donde se indican los detalles de lo que estas buscando, confirmarle al vendedor que este todo bien, pagarlo y recibir el ticket entre un mar de manos que agarran los suyos. Salir de ahí con tu ticket correcto y fin.
Ya con nuestro billete en la mano, nos fuimos derecho a conocer el templo de Brihadisvara, dedicado a Shiva, construido en el año 1010 y perteneciente a la dinastía Chola.
El Templo Brihadisvara es conocido por ser uno de los templos hinduistas más grandes del mundo.
A diferencia de otros templos, inclusive el de Madurai, este es únicamente de un solo color ocre por su construcción en granito y ladrillo.
Por supuesto hay que dejar los zapatos en unas guarderías (esta vez gratuitas) en la entrada del templo pero, aquí si se puede entrar con mochilas.
El templo es muy bonito. Un enorme patio central encierra una torre y un toro sagrado. Está rodeado de una galería encolumnada.
Encontramos dentro del templo, sitios vallados y mucha policía. Mas tarde me explicaron que al día siguiente había una festividad muy importante y eso se debía a las preparaciones.
El templo es lindo, no voy a decir que no. Pero en comparación con otros, no sorprende demasiado. Talvez leer que forma parte de los templos mas grandes nos hace pensar en algo así como Angkor Wat, pero no es el caso para nada.
Nosotros nos tomamos la visita con mucha calma. Lo que nos estaba pasando era también que no nos acostumbrábamos al choque que representa el Sur de India. No es la India que vemos en las películas, no es la India que esta abierta al turismo internacional y a veces la cosa se pone rara.
No entendíamos que pasaba.
Eran las dos y media de la tarde en el templo. Había un árbol. Había mucha gente debajo. Gritos.
Caminamos el templo varias veces, sacamos fotos, fuimos y volvimos.
Nos sentamos a comer unas galletitas frente al mismo árbol. La curiosidad no aguanto mas y nos acercamos. Que pasaba? Que acumulaba a toda esa gente ahí?
Bueno a partir de ese momento fue un show de mímicas donde intentábamos entendernos unos a otros. Ellos nos señalaban. Nosotros no entendíamos nada.
Nos pidieron nuestros celulares, nos sacaron fotos de “la cosa” para que la viéramos. Seguimos sin entender. Nos tomo un buen rato y casi se dan por vencidos, aburridos de nosotros.
Pero la vimos, ahí estaba, feliz en su rama. Era una lagartija!
La señora lagartija, normal, común, (si te estas preguntando si tenia algo loco.. la respuesta es no) había sido todo el día acosada por personas a los gritos pelados y ella ahí, sintiéndose la top model de esa rama.
Muchas veces recuerdo todo eso y se me dibuja una sonrisa en la cara. Muchas cosas me gustaron en India, pero una de las que más, fue la capacidad de sorpresa casi infantil de su gente. Me inspira mucha ternura.
Siempre que hablo de esto tengo ganas de volver.
Nosotros mismos también fuimos acosados por paparazzis. Se acercan de a poco, mientras van midiendo tu nivel de simpatía y zaz! Se viene un pedido de Selfie.
Lo había visto en videos pero no nos había pasado en el Norte de India, en Thanjavur sí.
Esperamos que atardezca antes de salir del templo. Eran las cinco de la tarde, bajo el árbol seguía una cola de gente.
Nuestro plan era pasar por Kumbakonam, pero como todo en el sur de India venia teñido de unas gotas de desilusión, decidimos adelantar el viaje e Chennai.
El primer día en Chennai fuimos al Fuerte St George (que me pareció una perdida de tiempo enorme) y a caminar por la playa.
Fuimos a la zona de Edward Elliot’s Beach y nunca, jamás, vi una playa tan sucia en toda mi vida.
Puestos de comida y juegos cada 500 metros tiran todos sus desechos ahí, al aire libre. Es una tristeza inmensa. La verdad caminamos un rato, probamos suerte intentando embocar unos aros en un juego pero nos fuimos a cenar temprano a un bar con vista al mar que queda en la misma playa. En el Mash Resto-Café comimos bastante bien y a buen precio.
Esa noche nos fuimos a dormir con la desilusión a tope.
El siguiente día amaneció muy lento. Nos levantamos tarde, lavamos ropa y después fuimos a un shopping mall.
No me sorprendió ver a todos los extranjeros de la ciudad ahí adentro. Me imaginaba que buscaban lo mismo que nosotros, un poco de paz y silencio en una ciudad donde, a nivel turístico, no hay mucho para hacer.
El Express Avenue tiene un patio de comidas lleno de opciones occidentales, aunque con el toque picante característicos.
Nunca elegiría pasear en un shopping. No es algo que vaya con nuestro estilo ni siquiera en Buenos Aires donde vivimos, pero esa tarde agradecí mucho llenarme de azúcar en Starbucks.
Lo más curioso del shopping, y dato para los que viajan con niños, frente al patio de comidas hay un sector de juegos bien surtido donde hay un espacio de nieve! Es un sector cerrado que simula un pueblito nevado con nieve artificial donde de verdad hace frio y los niños entran con sus camperas a armar muñecos y tirarse bolas. Me pareció super divertido.
Amanecimos alrededor de las 5 AM. Era el día que estábamos esperando y la razón por la que en verdad soportamos dos días enteros con casi nada de satisfacción en Chennai.
Teníamos una hora de viaje hasta el aeropuerto donde finalmente íbamos a tomar el vuelo a las Islas Andaman.
Volamos por Vistara, una aerolínea Low cost que nos dió un excelente servicio.
En las dos horas y media que dura el vuelo a Port Blair (la capital de Andaman), nos sirvieron un desayuno completo que estaba muy bien.
A partir de acá, el viaje otra vez retomo su rumbo ascendente. Eso te lo cuento en el siguiente relato.
Hay viajeros que van a India y la odian. Hay viajeros que van a India y se enamoran.
No hay forma de que este país te deje indiferente.
Yo, no les voy a mentir, la amé. Pero no toda la India es igual. Por algo le decimos subcontinente no? No es solo su extensa geografía ni su cantidad de gente, las regiones de India son diferentes entre sí en casi todo: su clima, su dialecto, su comida, sus ropas.
El sur de India en particular no es para el viajero desprevenido que espera un viaje sencillo y sin sobresaltos. Acá el turismo masivo no llego, acá la gente vive a su tiempo y no vas a encontrar nada preparado tipo Disney como si pasa en ciertos lugares de Delhi o Rajastan.
Para mí, creo, el sur de India fue una experiencia de una vez en la vida. Estoy feliz de haber ido, de haber visto, de haber sentido. Pero no pienso que lo repita, o si, quien sabe.