De nuestro viaje por el Norte Argentino, les voy a contar en este artículo, que ver en un pequeño pueblo llamado Iruya, bellísimo, autóctono y escondido entre montañas de modo que solo lo alcancen aquellos realmente interesados.
El pueblo está ubicado a 2780 msnm, dista unos 360 km de la capital salteña pero se accede a él desde Jujuy.
De hecho se encuentra solo 52 km de Humahuaca, y gran parte del trayecto es un camino de ripio y cornisa que llega a los 4000 msnm.
El edificio más antiguo es la Iglesia Parroquial de San Roque de Iruya, fundada en 1690 y la primera postal que se ve cuando uno va llegando.
Aunque siempre se puede contratar transporte privado, en este blog vas a encontrar más que nada opciones en transporte público. Por eso, te cuento que desde la única terminal de buses de Humahuaca, salen los colectivos a Iruya a las 8:45, 10:30 y 16:00 hs todos los días (a excepción de los sábados cuando el servicio de las 16 hs no está disponible).
La empresa que ofrece este viaje se llama Transporte Iruya. Los tickets se compran únicamente en la terminal de Humahuaca y su valor es de 3 USD por persona.
Los autobuses de regreso salen todos los días a las 06:00, 13:00, 14:00 y 15:15 por el mismo valor.
En nuestro caso, viajábamos sin auto así que tomamos un colectivo para llegar. El viaje dura aproximadamente 3 horas (dependiendo de la época del año y del clima) y gran parte del camino es de ripio o tierra.
Si hablamos de que ver en Iruya, lo primero sería el viaje hasta ahí donde los paisajes son francamente espectaculares.
Sin embargo, no es un viaje precisamente cómodo, por eso es que te ruego que no vayas y vuelvas en el día.
Conocí a mucha gente que lo hizo, ya que si salís en el primer bus de la mañana, llegarías a pasar algunas horas que alcanzan para conocer el pueblo antes de tomar el ultimo bus de la tarde.
Muchas agencias que hacen más liviano el viaje yendo en 4×4 también ofrecen ir y venir en el día, pero Iruya es a mi entender un lugar que merece mucho ser conocido con tranquilidad.
Nosotros salimos en el último micro del día, luego de haber pasado toda la jornada recorriendo Humahuaca.
Cuando bajes del bus en Iruya vas a darte cuenta de que estas literalmente en medio de las montañas.
Habrás llegado a un pequeñísimo pueblo con más metros sobre el nivel del mar (2780) que habitantes (aprox 1600).
Nosotros llegamos en el bus alrededor de las 19hs, nos despedimos de la pareja de norteamericanos con quienes fuimos charlando gran parte del camino, y comenzamos a buscar nuestro alojamiento entre angostísimas y empedradas calles.
Nos quedamos dos noches en el hospedaje Ale donde, además de tener baño privado y una habitación 100% cómoda y limpia, la dueña de casa nos atendió de forma super atenta y servicial.
Esa noche solo comimos, visitamos la Iglesia (uno de los sitios que ver en Iruya) y aprovechamos a descansar.
Si vas a dormir en Iruya, tenes que saber que estarás a una altitud que hace de las noches frías, aún más frías. Nosotros lavamos ropa y la dejamos “secando” en la terraza del hospedaje sin imaginar que a la mañana siguiente íbamos a encontrarla completamente hecha hielo!
Qué pena me da haber perdido todas las fotos de ese viaje, valía la pena ver el video donde tratamos de descongelar una remera que se convirtió en Iceberg!
Para mí, Iruya es un pueblo que si o si se tiene que incluir en un itinerario decente de viaje a Salta y Jujuy (ya que no podrás llegar sin pasar por aquí). Más allá de las actividades que se proponen, el pueblo en sí es una maravilla.
En Iruya verás un auténtico pueblo norteño. Aquí, no hay autos y solo unas pocas veces al mes se pueden traer víveres desde Humahuaca u otras ciudades en camioneta.
Pasar un tiempo aquí te conecta con la tranquilidad y la sencillez de las cosas importantes.
Desde el centro de información turística del Pueblo, te pueden recomendar algunos trekkings por la zona que te llevarán a diferentes puntos panorámicos, nosotros elegimos hacer uno de los más conocidos, la caminata a San Isidro.
A la mañana siguiente, salimos alrededor de las 8am caminando hacia el pueblo vecino de San Isidro, donde según nos dijo la dueña de nuestro alojamiento, viven poco más de 300 personas.
Este día es uno de los que guardo con más cariño en mi memoria y una de las mejores cosas que hay para ver en Iruya y en todo el norte argentino.
Desde Iruya son 8 km y los hicimos recorriendo el lecho de un rio convertido en arroyo durante la mayor parte del año, lo que hace más fácil el camino.
Nosotros estuvimos en el mes de Septiembre, pero nos explicaron los lugareños que durante los meses de verano (Enero y Febrero) se debe cruzar el rio con el agua hasta el cuello y las mochilas sobre la cabeza!
San Isidro tiene una altitud de 2900 msnm y para llegar caminando se debe salir de Iruya y recorrer el costado del rio en dirección norte. Cualquier iruyense podrá indicarte donde iniciar el recorrido.
Si bien es cierto que se recomienda ir con guía, principalmente en las temporadas en que podría llover más, debo confesar que nosotros lo hicimos por nuestra cuenta y no revistió ninguna dificultad.
Eso sí, en el camino no vas a encontrar absolutamente nada. No hay servicios ni paradores de ningún tipo, de modo que estarás solo caminando entre las montañas. Necesitas llevar agua, algo para comer y protector solar.
Aunque pueda parecer que 8 km no son demasiado, hay que tener en cuenta que estarás caminando en subida (sí, todo el tiempo!) y en muchos lugares deberás cruzar el arroyo de un lado a otro para elegir el mejor camino.
Entre las paradas para fotos y descansos, el recorrido nos tomó alrededor de 5 horas. Los paisajes son realmente increíbles. La montaña, va cambiando de color y tenes que estar preparad@ para encontrar vacas, ovejas y algún burro en el camino.
Por nuestra parte, tampoco íbamos del todo solos. A la salida de Iruya nos siguieron unos cinco perros del pueblo que caminaron con nosotros todo el tiempo. Sobre los últimos 100 metros, cuando creí que no tenía más fuerzas para hacer el último tramo, una perrita se quedó conmigo hasta recuperar mi aliento. Parece que es una costumbre local que los perritos del pueblo sean amigos de los turistas, así que eso me dio ánimo.
Cada paso de los 8km hasta llegar a San Isidro es realmente de una belleza espectacular y con los juegos de luces y sombras de las nubes, se pueden ver infinitos colores en las montañas. Se disfruta cada instante.
No es necesario estar entrenado para hacer el recorrido, en mi caso, no soy precisamente deportista y lo terminé cansada pero bien.
Por suerte, el clima era muy bueno para caminar. El sol, como en todo el norte Argentino, es muy caliente, pero el viento nos mantenía frescos.
Uno sabe que finalmente llegó a destino porque, de la nada, aparece una enorme escalera de piedra que sube la montaña.
El ultimo desafío consiste en subir esa escalera. 54 escalones de distancia hay entre el rio por el que caminaste y el pueblo más entrañable que vi.
San isidro consiste básicamente en una sola calle principal, allá, colgada de la montaña y algunos recovecos más.
La primera foto del pueblo que tuve es la de una callecita muy angosta, precipicio de un lado, casas del otro y antes de doblar la esquina un burro atado. El “automóvil” por excelencia en San Isidro, donde por la geografía del lugar es imposible pensar en tener un vehículo si uno vive ahí.
Caminamos por sus calles un buen rato, parando a tomar fotos en todo lo típico de cada pueblo argentino: la iglesia, el cementerio y… acá faltaba la plaza. San Isidro es una sola calle, por ende no existe la típica placita del pueblo, pero no hace falta entre los colores que ofrecen las montañas.
Como no podía ser de otra manera, llegamos muertos de hambre.
En una de las casas de la calle principal del pueblo, una señora nos ofreció milanesas con ensalada y su conversación durante todo el almuerzo.
Comimos unas exquisitas milanesas caseras por 5 USD los dos en su patio devenido en comedor.
Nos contó que siempre tiene algo de comida por si algún viajero llega desprevenido a cualquier hora. Estábamos en temporada baja, así que éramos los primeros en la semana.
Después del almuerzo, buscamos un punto panorámico y tomamos unos mates de lujo.
San Isidro tiene la belleza que tienen las cosas en forma natural. Es así, silvestre y sin pretensiones.
Emprendimos la vuelta pasadas ya las 4 de la tarde.
El camino de vuelta, igualmente hermoso que el de ida. Con el atardecer, las montañas se volvieron de un rojo intenso coronando un día perfecto.
Por supuesto que el camino de vuelta nos tomó alrededor de una hora y media por lo que llegamos perfectamente para dar un último paseo Iruya. Aprovechamos para ver algo de las artesanías regionales que varios hacen en sus casas y venden en las dos calles principales.
Casi todo lo que se venden son artículos de lana ya que en el pueblo se vive del campo, dado que el contacto con el resto de la provincia es muy escaso.
Mas tarde, fuimos a cenar a uno de los tantos comedores acompañados de una niña que jugó durante toda la cena con nuestros teléfonos celulares. Corría ya el año 2017, pero a ella le parecían una cosa totalmente futurista.
Todavía nos quedaba el viaje de regreso como última mirada a las montañas que esconden Iruya. El viaje que emprendimos a las 6am del día siguiente felices de haber conocido este pueblo tan particular y hermoso.
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