Nuestro primer pie en el oeste de la India lo pusimos en Bombay. Llegamos en un vuelo desde Jaisalmer y la sensación fue que ya extrañábamos mucho la tranquilidad del desierto.
La capital financiera de la India te recibe con un sopapo de gente que va y viene para todos lados a una velocidad muy distinta que la del norte del país.
Nuestro hotel se encontraba en la zona de Indian Gate y, a modo de bienvenida, llegar desde el aeropuerto nos tomó dos horas en un Uber.
Aprovechamos el día para caminar la zona y después, como en los viajes no todo es color de rosas, tomamos la muy mala decisión de ir a Dhobi Ghat. Llegar en transporte público parecía no ser muy cómodo desde la zona de Colaba donde estábamos hospedados, así que decidimos ir en Uber.
Tardamos 45 minutos en llegar a un lugar que me pareció una horrenda espectacularización de la pobreza. Si lo pienso ahora, en realidad no se qué esperaba encontrar…
En una avenida muy concurrida, se encuentra un mirador hacia el Dhobi Ghat que no es ni más ni menos que una enorme lavandería a cielo abierto.
Es un extenso playón repleto de piletas de lavar en el suelo y un hombre en cada estación de trabajo limpiando sabanas y camisas según su color.
El contorno de la imagen lo dan los modernos rascacielos que cortan el tremendo smog de Bombay con vidrios espejados. Esos edificios donde trabajan los empresarios que duermen en hoteles para los que se están lavando esas sabanas.
La música de este escenario apocalíptico son los cuervos graznando y las bocinas a todo pulmón.
Los contrastes de la India en todo su esplendor se pueden ver en esta sola imagen.
Leí a muchos viajeros que visitaron este lugar en su visita a la costa oeste de la India, pero a mi particularmente me generó una tristeza enorme. Si bien hay cuestiones culturales que se deben de comprender cuando viajamos, lo que vimos ahí, mientras bajaban miles de turistas de enormes buses de city tours, es un show basado en la pobreza, en la sociedad de castas y en la dura realidad de muchísimas familias en las grandes ciudades de India. La sensación que sentí es la de zoológico humano, ellos en su vidriera, nosotros arriba en un mirador buscando un atractivo en esa forma una forma de ganarse la vida que ninguna de las personas ahí eligió.
Mas tarde caminamos un poco por la marina de Bombay, una zona super animada, inclusive de noche. Amplia y fresca para caminar fue un alivio.
Mas alivio fue también encontrar el primer Mc Donals del viaje y poder comer algo sin tanto picante (aunque diré que la hamburguesa de pollo sí picaba). Nuestros cuerpos occidentales ya pedían a gritos comer algo así!
En nuestro segundo día, salimos del hotel alrededor de las 9AM camino hacia la Puerta de la India. Ahí compramos los tickets del ferry que nos llevaría a la Isla Elefanta.
Los ferrys salen del muelle detrás del Indian Gate cada una misteriosa cantidad aleatoria de minutos indios. Lo importante es que una hora después estábamos en la isla.
El viaje en sí es muy agradable y con el día de calor que nos tocó, el vientito del mar era todo una maravilla. El barco va acompañado por una cantidad tremenda de curiosas y hambrientas gaviotas, que son todo un show.
Una vez en la isla hay una caminata de unos 20 min para llegar a la cima, donde están las grutas. Como es lógico, todo el camino esta circundado por los típicos bazares.
La isla elefanta contiene cinco grutas con templos hinduistas que datan de los años 800 hasta los 1200. Destruidas en parte por los portugueses que las utilizaron muchas veces para practicar tiro, desde 1987 son Patrimonio de la Humanidad.
La primera de ellas es la mas grande y bonita y fue hecha en honor al dios Shiva.
La segunda actividad más famosa en la isla es ver a la incontable cantidad de monos.
Estos animalitos, que no son una exclusividad de la cara oeste de la India deben ser, como siempre digo, tomados con precaución.
No se los toca, no se los alimenta, simplemente hay que dejarlos en su libertad y siempre podremos disfrutar de verlos a una distancia prudente.
Días antes, en Jaisalmer, conocimos a una familia de la cual tanto madre como hija debieron ser hospitalizadas por una mordida de mono en la que la niña contrajo rabia. Es un tema para tomarse en serio tanto para nosotros como para los animales.
En total nos tomó 5 horas hacer todo el paseo incluyendo los viajes de ida y vuelta. Sin habernos apurado para nada, a las 3 de la tarde estábamos nuevamente en la Puerta de la India.
Como esa noche partía nuestro vuelo a Kochi para llegar a Kerala, hicimos una breve pasada para recorrer los pasillos y negocios del famoso Taj Mahal Palace Hotel y más tarde nos fuimos al aeropuerto.
Amanecimos en Kochi luego de pasar la noche en el super recomendable hotel Blake Home Stay.
Aunque solo íbamos a pasar un par de horas ahí, su dueño nos atendió de forma excelente y fue super cariñoso con nosotros, siempre preocupado porque estemos cómodos.
Viajamos una hora aproximadamente hasta llegar a nuestra hermosísima casita-canoa en los backwaters de Alappuzha.
Toda esta zona, parece otra India.
También la gente cambia de aspecto y es que aquí, la ropa tradicional es diferente. Y la comida también!! Tomamos nuestro primer jugo de frutas del viaje en estos días.
Se respira mucha paz y tranquilidad.
Una vez instalados en nuestra habitación, decidimos contratar un viaje en canoa a remo por tres horas para que nos llevaran a navegar por los canales.
Si bien la mayoría de los turistas van en los barcos grandes donde inclusive es posible pasar la noche, nos gustaba más la experiencia de vivir los canales desde adentro y así fue. Esa idea se me había fijado en la mente luego de ver el video de Kerala de Zapatillas Por El Mundo, que tiene unas imágenes de preciosas de su paseo en barquito por los backwaters.
La canoa pequeña fue una idea muy acertada. No hay ruido de motor y se mueve super tranquilo con ese mecer del agua que te deja en un estado medio zombie.
Fuimos por canales muy poco transitados y la mayoría de ellos pequeños, aunque tuvimos que evitar entrar a algunos porque era enero y la flor de loto estaba tremendamente crecida, tanto que se hacía muy difícil mover los remos.
La experiencia es increíble. Los backwater son hermosos tanto por su naturaleza como por la riqueza en la cultura de su gente.
Durante todo el viaje vimos como los locales aprovechan el agua de los canales para lavar la ropa y otras tareas cotidianas ahí, en las orilla de sus casas.
El paseo incluye una parada en el almacén de una señora bien hermosa que nos sirvió te masala con galletitas y bananas.
Aunque era imposible comunicarse con palabras, le intente explicar entre sonrisas y gestos que ese chai masala caserito que me sirvió, era el más sabroso que tomé en todo el tiempo que llevaba en India.
Cuando se hicieron las 5 de la tarde y el paseo terminó, empezó la aventura de volver al hotel: tres personas en una moto. Hay cosas que hago cuando viajo, que en mi casa definitivamente no haría.
Nuestro precioso alojamiento, Canoe Ville, está ubicado a orillas de uno de los lagos principales, en un lugar muy amplio y donde los grandes barcos transitan a lo lejos pero sin pausa. Después de nuestro paseo, nos recibieron con café y te para disfrutar las vistas ideales del lugar.
Hasta el momento en que nos llamaron a la cena, no hicimos nada más que estar ahí viendo la vida pasar. Es hermoso cuando los viajes tienen esas pausas para hacer nada.
Si vas a visitar los Backwaters solo necesitaras tiempo para disfrutar (y repelente de mosquitos).
El desayuno en la casa flotante fue una maravilla. Había jugo de sandía!! Eso me conquistó.
Lamentablemente el día se iba a complicar. Había leído que viajar a India no te deja nunca indiferente y no lo entendí hasta este día, el punto de inflexión del viaje.
Hacía muchos años que soñaba con conocer India, así que cuando finalmente nos pusimos de acuerdo en hacerlo, miré el mapa y quise incluir todo lo posible en el tiempo que tenía. Era un mes.
El itinerario que lleve en mente era exigente pero quería aprovechar al máximo mis días.
El plan era salir de nuestra casita flotante, tomar el bus local a Kollam, desde donde nos despediríamos del oeste de la India, para ir a Madurai.
Era un viaje largo pero a las 6PM estaríamos en destino para descansar hasta el día siguiente.
Soy confiada con los horarios, por eso suelo demorarme más de la cuenta en todos lados. Estaba tan feliz en los backwaters que quise salir solo 3 horas antes del horario del tren. Me parecía lógico, siendo que el bus demoraba dos horas (teníamos una de sobra).
Cuando llegamos a la estación de buses, había que esperar unos minutos el próximo bus. Viendo que el tiempo pasaba y el bus no aparecía, llamamos un Uber.
No había notado hasta ese momento que es muy raro que se vean en esta zona de India. Demoró 15 minutos. Nos subimos. Hicimos una cuadra y los taxistas locales lo empezaron a amenazar porque, según entendí, esa zona era “de ellos”.
Luego de discutir con el chofer (ya estábamos arriba del auto y sin tiempo!) decidió no llevarnos. Nos quedamos sin auto.
Por supuesto que no iba a subirme con los taxistas que minutos antes estaban agrediéndonos, así que no tuvimos más remedio que esperar el bus.
Dos horas después llegamos a la estación.
Nuestro tren, se había ido puntual 5 minutos atrás.
Me reproche mis malas decisiones de esa mañana todo el resto del día. Sé que son situaciones que pueden ocurrir pero sentí la culpa de saber que planeando un viaje tan ajustado de tiempo, era yo la responsable de haber facilitado nuestra mala suerte.
Desde Kollam, donde no encontramos nada para hacer, decidimos tomar un bus que salía hacia Madurai esa misma tarde.
Mi castigo fue ese bus, que salió mucho más caro (25 USD por persona), fue más lento de lo que hubiera sido el tren y no tuvo ninguna comodidad. Llegamos a Madurai a la 1 de la mañana.
Nada había salido como lo planeado. Perdí la oportunidad de disfrutar el viaje entero de una ciudad a la otra por “aprovechar» 15 minutos más de la casita en los Backwater.
El recuerdo que me queda de ese día en el oeste de la India es el de los apurones y amarguras. Lo único bueno que rescato es la lección aprendida: mis tiempos no son los del mundo y siempre es mejor disfrutar los lugares con calma.
1 Comment
[…] El día anterior, a fuerza de corridas y enojos, aprendí que cuando el tiempo corre lo mejor es prenderse a su ritmo y no intentar cambiarlo. […]